27.11.09

ARIADNA


Ariadna de John Vanderlyn
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Ariadna
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Abandonada estoy, abandonada
por el amante al que ofrecí mi vida;
en mi sueño partió, sin despedida,
llevándose mi ensueño a la alborada.
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Vino hacia mí con alma desolada
en laberinto de dolor perdida,
y halló con mi asistencia la salida,
tras matar a su monstruo con mi espada.
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En todos hay un Minotauro fiero
que en el dédalo interno nos oprime
y que exige la audacia de un Teseo.
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Pero no habrá victoria del guerrero
sin la Ariadna que besa y que redime,
…y que será olvidada tras su empleo.
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Los Angeles, 16 de Noviembre de 1997
.Francisco Alvarez Hidalgo.

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Abandonada y triste la princesa Ariadna

Deslusionada y engañada por las promesas de amor eterno, la princesa Ariadna ayudó a Teseo a vencer al Minotauro. Pero después de la victoria el héroe la abandonó en la isla de Nexos, y siguió solo su camino de lucha y gloria.
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El hilo del ovillo socorre a Teseo
Los ojos en los ojos, Teseo besa las manos de Ariadna.
Están unidos por el secreto de un amor y ina traición: lejos de la sospecha de su padre, la joven ha entregado a su amado un ovillo de hilo. Y, orientándose con él, el Laberinto ha perdido su secreto para el héroe.
En brazos de Ariadna, Teseo revive los momentos de lucha contra el Minotauro: los caminos del Laberinto eran oscuros y tortuosos. El caminaba recorriendo corredores vacíos, donde la sorpresa podía surgir a cada momento. En sus manos llevaba ekl ovillo, que iba desenrollando poco a poco, para deshacer lo andado o reconocer el camino de retorno a la salida.

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En un rincón oscuro, más negro que la noche, una sombra amenazadora se movió.
Teseo sintió que lo apretaban cada vez más unos brazos fuertes. Del cuerpo humano, terminando en cabeza de toro, vio muy próximos a él los ojos de fuego; sintió que le quemaba el rostro el calor de las narices jadeantes. El Minotauro, sediento de sangre joven, lo embestía.
Pero Teseo resistió. Los cuerpos unidos rodaron por el suelo. Los brazos aflojaron y la sangre brotó. El Minotauro, herido por el puñal de Teseo, se retorcía de dolor. Miró el ancho espacio y encontró las estrellas, mudos testigos de su derrota.
Olvidado en el suelo estaba el ovillo. con gesto cansado y lento Teseo lo recogió y lo puso a caminar siguiendo el trazo del hilo.
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Pronto encontró la claridad de las antorchas y pudo finalmente descansar en los tiernos brazos de Ariadna. Pero había que salir de Creta antes de que la sospecha brotase en el espíritu atento de Minos.
La embarcación navega serenamente hacia Atenas. flota en la noche soñolienta y lleva consigo dos corazones enamorados: los ojos en los ojos, Teseo y Ariadna escrutan el amor.


Al frente de ruidosa comitiva, tañendo címbalos y empuñando tirsos, Baco se encontró con Ariadna en la isla de Naxos, e hizo de ella su esposa. Así imagino Ticiano el encuentro del dios con su amada

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En Naxos la princesa Ariadna vivía el triste epílogo de una desgraciada aventura sentimental que tuvo principio en Creta. Fue allí donde Teseo, el ateniense, se vio encerrado en el laberinto del Minotauro. Gracias a la ayuda de la princesa, el joven consiguió escapar del lugar. Prometió casamiento a la doncella y la indujo a partir con él, pero al llegar a Naxos, mudó de parecer y allí mientras estaba dormida, la abandonó. Al despertar de su sueño, en vano buscó Ariadna al amado entre las rocas y a lo largo de las playas. Sólo el eco respondía a sus llamados. Por fin, Ariadna rompió a llorar desesperadamente.
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Afrodita que desde el Olimpo vio su desconsuelo, se compadeció del infortunio de la princesa y partió para Naxos. Enjugó sus lágrimas tiernamente y le prometió un esposo inmortal. ya sabía la bella diosa que Dionisio se dirigía hacia esas playas, y estaba dispuesta a que se enamorara de Ariadna.
En efecto, tan pronto como el dios desembarcó en su isla predilecta, vio a Ariadna y se enamoro de ella. Entre las primeras palabras que dijo, expresó el deseo de desposarla. Y la joven consintió, feliz al ver cumplida la promesa de Afrodita. Como regalo de bodas recibió de su divino marido una corona de oro incrustada de piedras preciosas, tan envidiable por su belleza como por su valor.
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Sin embargo, el matrimonio con un dios no le concedió la inmortalidad. Y un día Ariadna, envejecida y cansada partió para el reino de las sombras. Entonces Dionisio, inconsolable, tomo su corona de oro y la arrojó hacía el cielo. A medida que la joya ganaba altura, las piedras se tornaban más y más brillantes, hasta que se trasformaron en estrellas. Fijada para siempre en lo alto del firmamento bajo la forma de una centelleante constelación, la corona de Ariadna testimoniaría para siempre, ante mortales e inmortales, el inmenso amor de Dionisio hacia la hermosa princesa cretense.


Pintura de John William Waterhouse


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Para los griegos Ariadna es el alma que, en el momento justo, cuando Teseo está más desesperado, le entrega una respuesta y una salida, una llave, una solución. Eso que vibra, eso que vive, eso que nos proporciona las soluciones en el momento justo, eso es Ariadna, el Alma, la salvadora que aparece oportunamente y nos da la solución para resolver nuestro problema.
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Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Era hijo de Pásifae, esposa de Minos, y un toro que Poseidón habia enviado a Minos. Minos muy vergonzoso por el nacimiento de tal monstruo, mandó que el arquitecto Dédalo construyera para él el Laberinto, un palacio donde encerró al Minotauro, que era antropófago (comedor de hombres).
Teseo pronto enfrentó este grave asunto cuando llegó el moemto de pagar la "contribución" a Minos.
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El pueblo habia empezado a mostrar su descontento. Se dice que Minos elegia a los jóvenes que caerian victimas del Minotauro y exigia que fueran sin arma alguna. Estos inocentes no tenian posibilidades de salvación, pues se perdian en la laberintica construcción donde les encontraba el toro y les despedazaba.
Teseo decidió ser uno de los siete jóvenes que servirian de alimento al Minotauro, con el objeto de aniquilarlo. Avanzaba el barco con el fúnebre cortejo, con sus velas negras desplegadas. Egeo lo habia equipado también con velas blancas por si el regreso fuera exitoso. Esta seria la señal de la buena nueva, antes de anclar en puerto. Teseo llegó a Creta y fue llevado junto a los otros jóvenes al leberinto.
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.Sin embargo, Ariadna, la hija de Minos se enamoró de Teseo, y antes de que el joven entrara en el palacio del Minotauro, le dio un ovillo de hilo y le aconsejó que atara un extremo a la salida del laberinto y que lo desenvolviera conforme avanzara pra no perder su camino. Es más, Ariadna le pidió que cumpliera su promesa de llevarla con él, como su mujer, a Atenas.
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Teseo logró vencer al Minotauro a puñetazos y liberó a sus compañeros. Acto seguido escaparon junto con Ariadna, sin ser vistos. No obstante, llegados a Naxos, una de las escalas de su viaje, Teseo abandonó a Ariadna, quien se consoló rápidamente en brazos del dios Dioniso. Aunque todo marchaba muy bien, los viajeros, entusiasmados con el regreso, olvidaron de cambiar las velas negras por las blancas de la alegria.
El infeliz Egeo, desde Sounio, divisó el barco a lo lejos y viendo que tenia enarbolado el negro velamen, dio por segura la muerte de su hijo y se arrojó desapareciendo en el mar, que desde entonces se denomina Mar Egeo.

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